sábado, 5 de mayo de 2012

Ernesto Cardenal

Ernesto Cardenal ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Me alegro mucho. Siempre he sido lector de su poesía. También de su teología liberadora.
Saco de su lugar en la estantería El estrecho dudoso, editado en 1966 por Ediciones de Cultura Hispánica, y Gethsemani, Ky, suplemento de la revista Ecuador (2ª edición, 1968). Junto con la Antología editada por Laia en 1979 (2ª edición), son algunos de los libros más viejos de mi biblioteca literaria (no soy bibliófilo, sólo librívoro).
¿Desprenderán algún día los libros digitales este reconfortante olor a papel y a tiempo?


Pero es de su Cántico cósmico de donde recojo estos versos:

Las personas son palabras.
Y así uno no es si no es diálogo.
Y así pues todo uno es dos
o no es.
Toda persona es para otra persona.
¡Yo no soy yo sino tú eres yo!
Uno es el yo de un tú
o no es nada.
¡Yo no soy sino tú o si no no soy!

viernes, 4 de mayo de 2012

Buenismo en Euskadi

¿Soy bueno? ¿Lo he sido, en general, a lo largo de mi vida? Pues no lo sé: imagino que a ratos sí y a ratos no; supongo que todo dependerá de la experiencia que de su relación conmigo tengan las personas con las que me he encontrado en mis diez lustros de existencia. Por si acaso, no voy a preguntar. Lo que sí he sido toda mi vida, seguro, es “buenista”. Al menos desde la caracterización zafia que de algunos de los impulsos más radicalmente humanos y humanizadores ha hecho una corriente de pensamiento impulsada a partir de 2005 con fines exclusivamente electorales. Nada hay de sustancialmente nuevo en esta estrategia: la derecha iliberal se caracteriza precisamente por su afición a las retóricas de la intransigencia. Lo que sí es nuevo es la extensión que han adquirido estas retóricas en España.
El antibuenismo populista alimenta un malismo que campa a sus anchas en tertulias, artículos y webs, sostenido por un plantel de conocidos intérpretes cuyas declaraciones oscilan entre la petulancia y la mala educación de los más inteligentes de ellos y la procacidad agresiva de los más estultos, que son mayoría. No es preciso padecer de estómago blando para sentir repugnancia ante las opiniones vertidas por ese variopinto conjunto de camisas pardas. Nada hay en sus afirmaciones de Sócrates o de Kant, de Castellio o de Voltaire, de Popper o de Dahrendorf; nada de Jesús de Nazaret. Nada de esa “herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana, la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado de Derecho”, tal y como reza el preámbulo del Tratado constitucional europeo.

En el año oscuro de 1935, cuando Europa y el mundo se asomaban al abismo de la guerra total, el historiador holandés Johan Huizinga escribió: “Para la catarsis espiritual que nuestro tiempo necesita hace falta un nuevo ascetismo. Los depositarios de una cultura purificada tendrán que ser como los que se despiertan a altas horas de la madrugada. Tendrán que sacudir sus pesadillas, los malos sueños de su alma, que suben del fango y a él quieren volver: el sueño de las garras que deforman sus manos, y el de los colmillos que les crecen entre los labios. Tendrán que recordar que al hombre le es posible querer no ser una fiera”. Aquella terrible guerra llegó y pasó, pero la pulsión de la fiera seguía ahí. Y en 1948 Albert Camus, otro buenista, escribía: “No hay vida sin diálogo. Y en la mayoría del mundo la polémica ha sustituido hoy al diálogo. El siglo XX es el siglo de la polémica y el insulto. ¿Cuál es el mecanismo de la polémica? Consiste en considerar al adversario como enemigo, en simplificarlo y por consiguiente en negarse a verlo. No hay vida sin persuasión. Y la historia hoy no conoce más que la intimidación”.

No sé si quienes critican el excesivo buenismo de la sociedad vasca están pensando en compensarlo inyectando en la misma dosis crecientes de malismo. No acaban de explicarnos con claridad qué es lo que desean y cómo esperan lograrlo. La bondad, la buena disposición, la amabilidad, la compasión, nada de esto es sinónimo de ingenuidad o de moralismo. Nada hay más realista que el buenismo. El dramaturgo francés Marivaux escribió una vez que “en este mundo hay que ser demasiado bueno para serlo bastante”. Precisamente porque sabemos de lo que somos capaces, elegimos comportarnos con prudencia.

“Primero los de casa”: en sus múltiples versiones, la definición de un “nosotros” y de un “otros” es el primer paso de todas las prácticas eliminacionistas que ha conocido la historia. La secuencia real que define las dinámicas socio-políticas que están en la base del eliminacionismo comienza con la identidad, precisa la mediación de la política y termina, en su caso, en la violencia. La violencia –la violencia de motivación política- está al final de un proceso que empieza con la construcción de un “Nosotros” homogéneo y puro radicalmente confrontado a un “Otros” igualmente homogéneo; antes de la violencia política, como condición necesaria aunque no suficiente de esta, encontramos siempre un ejercicio de estereotipificación que Ulrich Beck conceptualiza con el término de construcción política del extraño. La violencia política se ejerce siempre sobre un Otro estigmatizado, expulsado de la comunidad de reconocimiento, socialmente distante aunque físicamente próximo, definido como amenaza a la coherencia del Nosotros soñado.

Primero los de casa: este ha de ser, parece, el principio fundador de un ejercicio eficiente de la política, frente al buenismo hueco de quienes enarbolan el lenguaje universal de los derechos humanos. Pero fue el buenismo el que a mediados de los 80 nos llevó a denunciar el terrorismo de ETA y a defender en la calle la vida y la libertad de todas y cada una de las personas frente a un discurso y una práctica que definían como población sobrante a una parte de la sociedad vasca. ¿No hemos aprendido nada de estos años pasados en Euskadi? ¿De verdad no nos estremece escuchar apelaciones a identificar a los “auténticos vascos” y a tratarlos de manera distinta a otras personas que, aún viviendo a nuestro lado, son definidas como extrañas?

Tomando prestada la atinada reflexión del sociólogo Xabier Aierdi, ante el fenómeno de la inmigración sobran tanto los discursos implacables como los impecables. La política de inmigración no puede reducirse a entonar el Imagine de Lennon, pero tampoco puede fundarse en la suspensión del valor universal de los derechos inviolables e inalienables de la persona en función de coyunturas políticas o económicas. Se puede discutir sobre la inmigración, claro que sí. Se pueden proponer diagnósticos y políticas diversas, por supuesto. Lo que no se puede es confundir política y testosterona. No alimentemos la fiera.

El daño está hecho, pero no es irreversible. Urge dialogar sobre la inmigración, sí, pero necesitamos hacerlo sin vernos obligados a elegir entre ser buenos o ser eficaces. Necesitamos pactar un marco que nos permita discutir con libertad, pero sin causar daño. A nadie. Tampoco a nosotros mismos.

miércoles, 2 de mayo de 2012

¿En qué espejo nos miramos?

Javier Galparsoro me envía este enlace:

El pasado lunes Basagoiti defendió en un artículo en su blog los recortes en sanidad dictados por el Gobierno, que incluyen restricciones en el acceso a la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares, al tiempo que abogó por una sanidad "para todos, pero primero para los de casa".

"Los de casa también son los colombianos, bolivianos o marroquíes que han venido aquí a trabajar y aportar y a pagar las pensiones y a pagar impuestos", ha expuesto hoy en rueda de prensa el dirigente del PP, y ha explicado que en su "reflexión" se refería a "aquellos que han venido de manera ilegal y nunca han aportado al sistema".
Basagoiti ha emplazado a iniciar "un debate racional sobre derechos y obligaciones en un momento en que el dinero no da para todo", y ha lamentado que "PNV y PSE -que criticaron sus palabras- están demostrando que no están dispuestos a abordar esta cuestión".
Además, ha aseverado que no acepta los "insultos" recibidos porque su postura "nada tiene que ver con el racismo o la xenofobia", ya que no hace mención "al lugar del que vienen (los inmigrantes), a su lengua, a su religión o color de piel", sino que se refiere a "regulares o irregulares, a personas que cotizan o no, que ayudan a mantener el sistema o no".
El presidente del PP del País Vasco ha apuntado que en países como Alemania, Reino Unido y Suiza "no hay tarjetas sanitarias para los inmigrantes irregulares" y que el candidato socialista a la presidencia de Francia, François Hollande, "está defendiendo lo mismo que yo".

No sé si lo de Hollande es cierto: si lo fuera, supondría un cambio respecto de la actual situación en Francia. Sí es verdad lo de Alemania, Reino Unido y Suiza. Pero hay otros países que mantienen una política de protección universal de la salud. ¿Por qué mirarnos en aquellos y no en estos?


martes, 1 de mayo de 2012

1º de Mayo

Yo siempre he sido muy manifestero. Ya desde 1977, con mis primos mayores, en aquella semana pro amnistía. Pero nunca he sido de llevar a mi hija conmigo. Sólo de muy chiquitaja, a un par de manis de Gesto. Cuando yo he acudiodo a una manifestación siempre hemos comentado a dónde voy y por qué, pero nada más.
Pero hace unos días empezó a comentar que este 1º de Mayo igual bajaba conmigo a Bilbao. Creo que por influencia de El Intermedio.
El caso es que esta mañana hemos estado en la manifestación de Bilbao. Soleada y hermosa, aunque un poco menos alegre que en otras ocasiones. Pero mucha gente. Mucha.
Al llegar a la Plaza Circular me ha sorprendido al comentar: "Hay mucho grupito, ¿no?". Y lo había. Grupitos y grupos cada uno por su lado, aunque con reivindicaciones parecidas en sus pancartas.
Luego he escuchado a Unai Sordo reclamar más unidad de acción sindical a la hora de afrontar los ajustes, recortes y expropiaciones de derechos.