sábado, 2 de abril de 2011

Ciudad del crimen

"Estoy sentado con un abogado de Juárez en una fiesta, quien me cuenta que ha habido un error en el análisis. Me dice que la criminología no explica lo que está pasando, ni la sociología. Hace una pausa y luego dice que lo que tenemos que estudiar es demonología" (p. 268).

Acabo de finalizar el libro Ciudad del crimen, de Charles Bowden. Al recorrer sus páginas es inevitable recordar El poder del perro, novela de la que ya hemos hablado por aquí. Pero lo que en la obra de Winslow es ficción construida con abundantes dosis de realidad, en el relato de Bowden no hay nada de ficción, aunque abunde de tal forma la pesadilla que bien pudiera pasar por una novela del género narcomex. Pero la realidad, también en este caso, supera a la ficción.


La realidad de una ciudad donde la vida no vale nada. Una ciudad donde su alcalde, los directores de los principales periódicos, muchos de sus empresarios y, en general, todo el que puede hacerlo, viven en El Paso, la urbe norteamericana vecina.


Si en Huesos en el desierto Sergio González Rodríguez abordó el brutal feminicidio de Juárez, en Ciudad del crimen Bowden adopta la perspectiva del observador que mira y remira la realidad desde todos los ángulos posibles para así proponer un diagnóstico estructural que va más allá del machismo desatado: "Concentrarse en las mujeres muertas permite a los estadounidenses ignorar a los hombres muertos, y hacer caso omiso de los muertos permite a Estados Unidos obviar el fracaso de los esquemas del libre comercio que, en Juárez, están produciendo pobres y muertos con más rápidez que cualquier otro producto" (p. 31). Y es que las maquilas y el "libre comercio" son, en la propuesta de Bowden, tan sospechosas de los asesinatos de Juárez como el propio negocio de la droga y la guerra que se establece por controlarlo, no sólo entre bandas y cárteles, sino también entre estas y responsables del ejército, la policía y la política.


"Los mexicanos sacrificados esta temporada pueden morir dos veces, la primera liquidados por sus asesinos y la segunda, por la explicación que se da de sus muertes. [...] Estas explicaciones son los esfuerzos que hacen para racionalizar el confuso torrente de los acontecimientos. Pero lo que está sucediendo en Juárez, y cada vez más en todo México, es el resquebrajamiento de un sistema. No hay trabajo, el futuro de la juventud está vacío, los pobres son arrastrados por el hundimiento de las grandes fortunas. El Estado siempre ha violado los derechos humanos, y ahora, en el caos general, este hecho se vuelve más y más evidente. Matar no es un accidente, es una decisión lógica de los miles que forcejean para mantenerse a flote en una economía en crisis y en un Estado falido" (p. 96).


Sin embargo, este mismo afán por encontrar una explicación totalizante, que siempre ha estado presente en todas las aproximaciones a la realidad de Juárez -también Sergio Fernández reflexiona sobre la industria maquiladora cuya lógica "maquila" a la ciudad entera (p. 30), y las autoras que analizan el feminicidio no dejan de llamar la atención sobre el carácter de "mujeres desechables" que afecta tanto a las trabajadoras de la maquila como a las jóvenes violentadas-, acaba por resultar, paradójicamente, insuficiente.


¿La culpa es del sistema? Sin duda. De un sistema económico brutalmente rapaz, que contamina de egoismo racional todo lo que toca. Sin embargo...


Hay algo en esta explicación que nos deja insatisfechos. Tal vez por eso la tentación de buscar respuestas, más allá de la sociología y la criminología, en la demonología.


Por eso, lo más impactante y conmovedor del libro ha sido, para mí, que sea una hermosisima mujer, Miss Sinaloa -violada durante días, abandonada en el desierto y habitante ahora, perdida la cordura, del asilo dirigido por un predicador evangelista al que llaman el Pastor- quien haga de hilo conductor de todo el libro. Es un personaje como ella, una persona concreta, quien nos permite recordarnos que estamos ante historias reales. Lo mismo que el Pastor, o ese sicario arrepentido a quien Bowden denomina "el artista del asesinato" -"La masacre que ahora tiene lugar en Juárez lo ofende, porque muchos de los asesinatos son cometidos por aficionados, por niños que imitan a los sicarios. Él ha visto la desintegración de una cultura profesional" (p. 217).


Y por encima de todo, las víctimas, algunas de las cuales toman la palabra entre las páginas 246-251: "Jesús Durán Uranga, treinta y uno. Me ponen en la cajuela de un Ford Scort 95. Al cabo de un tiempo los vecinos se qujan del olor. Así es como dieron conmigo".


Las víctimas. Sólo ellas quedan, al final, como hecho cierto e incontrovertible. Tantas. Tan solas.


"Hay muchos muertos y cada uno tiene una historia. Más allá de eso, los esfuerzos por explicar significan para mí esfuerzos para borrar la verdad, negar la verdad o, simplemente, para ecir mentiras. No sé lo que está pasando, ni con los muertos ni con los vivos. Pero hay estas historias de asesinatos, e la carne martirizada, los momentos concretos de horror, y yo me apoyo en esos momentos porque son reales y están fuera de toda duda" (p. 234).

miércoles, 30 de marzo de 2011

Hemeroeteca

El presidente José María Aznar señala que ha autorizado "contactos con el entorno del Movimiento de Liberación Vasco" (04/11/1998). Jaime Mayor Oreja: "Estaría dispuesto a sentarme con ETA" (30/01/2000). Mayor Oreja admite que en 1998 el Gobierno acercó presos para "crear un ambiente" (30/03/2011).


Hay temas que jamás deberían ser objeto de debate partidario. Por muchas razones. Las más importante de las cuales no son la coherencia ni el respeto a la verdad. Aunque estas también importen.


Sé que este es el comentario más inútil de todos los que he escrito en este blog. Pero tenía que hacerlo.

martes, 29 de marzo de 2011

Crímenes económicos contra la humanidad

Excelente artículo el que publican hoy en EL PAÍS las profesoras Lourdes Benería y Carmen Sarasúa, desarrollando ideas planteadas en 2009 por otra investigadoram la profesora de Harvard Shoshana Zuboff.

Culpar a los mercados es efectivamente quedarse en la superficie del problema. Hay responsables, y son personas e instituciones concretas: son quienes defendieron la liberalización sin control de los mercados financieros; los ejecutivos y empresas que se beneficiaron de los excesos del mercado durante el boom financiero; quienes permitieron sus prácticas y quienes les permiten ahora salir indemnes y robustecidos, con más dinero público, a cambio de nada. Empresas como Lehman Brothers o Goldman Sachs, bancos que permitieron la proliferación de créditos basura, auditoras que supuestamente garantizaban las cuentas de las empresas, y gente como Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal norteamericana durante los Gobiernos de Bush y Clinton, opositor a ultranza a la regulación de los mercados financieros.
[...]En cuanto a las víctimas de los crímenes económicos, en España un 20% de desempleo desde hace más de dos años significa un enorme coste económico y humano. Miles de familias sufren las consecuencias de haber creído que pagarían hipotecas con sueldos mileuristas: 90.000 ejecuciones hipotecarias en 2009 y 180.000 en 2010. En EE UU, la tasa de paro es la mitad de la española, pero supone unos 26 millones de parados, lo cual implica un tremendo aumento de la pobreza en uno de los países más ricos del mundo. Según la Comisión sobre la Crisis Financiera, más de cuatro millones de familias han perdido sus casas, y cuatro millones y medio están en procesos de desahucio. Once billones de dólares de "riqueza familiar" han "desaparecido" al desvalorizarse sus patrimonios, incluyendo casas, pensiones y ahorros. Otra consecuencia de la crisis es su efecto sobre los precios de alimentos y otras materias primas básicas, sectores hacia los que los especuladores están desviando sus capitales. El resultado es la inflación de sus precios y el aumento aún mayor de la pobreza.
[...] Si tuviéramos nociones claras de qué es un crimen económico y si existieran mecanismos para investigarlos y perseguirlos se hubieran podido evitar muchos de los actuales problemas. No es una utopía. Islandia ofrece un ejemplo muy interesante. En vez de rescatar a los banqueros que arruinaron al país en 2008, la fiscalía abrió una investigación penal contra los responsables. En 2009 el Gobierno entero tuvo que dimitir y el pago de la deuda de la banca quedó bloqueado. Islandia no ha socializado las pérdidas como están haciendo muchos países, incluida España, sino que ha aceptado que los responsables fueran castigados y que sus bancos se hundieran.
De la misma forma que se crearon instituciones y procedimientos para perseguir los crímenes políticos contra la humanidad, es hora de hacer lo mismo con los económicos. Este es un buen momento, dada su existencia difícil de refutar. Es urgente que la noción de "crimen económico" se incorpore al discurso ciudadano y se entienda su importancia para construir la democracia económica y política. Como mínimo nos hará ver la necesidad de regular los mercados para que, como dice Polanyi, estén al servicio de la sociedad, y no viceversa.


Sobran razones para la indignación. De lo que se trata ahora es de poner a esta indignación ruedas políticas.
Ayer, en Madrid, Stéphane Hessel atizó esa indignación, tan necesaria, y propuso algo que, supongo, no sonaría demasiado bien a la mayoría de quienes pudieron asistir a su conferencia:

Lo que creo es que son necesarias nuevas fuerzas políticas, en España, en Francia, que se unan al Partido Socialista con criterios medioambientales. [...] Si logramos un refuerzo de la socialdemocracia en Europa, iremos en la buena dirección. [...] La alternativa es una democracia auténticamente social. El combate para los jóvenes es que en el Partido Socialista prevalezcan ideas ambiciosas para que las reformas sean globales.

Son los partidos socialistas que gobiernan (España) o aspiran a hacerlo (Francia) los que deben hacer todo lo posible para hacerse dignos de la confianza de esa creciente marea de desconfianza ciudadana cabreada con el fin de hacer posibles nuevas coaliciones progresistas, como en Alemania, y evitar la abstención electoral, como ha ocurrido en Francia.
Esos son los debates que debemos plantearnos: debates que fortalezcan la política democrática. Otros debates -sobre liderazgos, aciertos y visiones, etc.- son más bien teología.

domingo, 27 de marzo de 2011

Imprudencia

Union Atlantic de Adam Haslett ha sido presentada como la novela que anticipó la crisis de 2008. Su protagonista principal es Doug, un banquero sin escrúpulos y ex militar. En la página 56 de la novela conocemos la clave de su éxito en el mundo de las finanzas internacionales:

"Por tanto, Doug había hecho aquello para lo que lo habían contratado: había obrado con impaciencia. Para saltarse las regulaciones, había fundado una nueva corporación, que llamó Finden Holdings. Su único fin era que la Union Atlantic le prestase dinero, para prestárselo a su vez a Atlantic Securities. Eso no era ilegal, estrictamente hablando, pero los abogados y auditores sabían lo suficiente para mantener los detalles en segundo plano. Gracias a este invento, grandes cantidades de dinero empezaron a llegar a las cuentas de los operadores internacionales de Doug. Al cabo de poco tiempo los beneficios aumentaron".

Esta estrategia será también la que provoqué su caída. En la págiga 175 uno de sus agentes subalternos, McTeague -"Tenía veintiocho años y ardía en deseos de dar un gran golpe. Era el equivalente humano de una entidad financiera de propósito especial, una SPV. En resumidas cuentas, perfecto para el puesto"- le descubre las consecuencias de esa impaciencia para con las regulaciones y de la creativa ingeniería contable utilizada para saltárselas:

-No hay clientes, Doug. Me los he inventado. Desde el principio. Todo el dinero que has estado mandando para cubrir posiciones... es nuestro. Sigue en el mercado.
Doug se detuvo en seco en medio de la acera; una pareja de jóvenes que venía en su dirección tuvo que separarse para pasar por su lado.
-Mientes -repuso.
-Tenía las opciones en dinero. Todos los contratos. Todas las posiciones. Tú querías que lo retirara todo. Pero siempre pensaba en lo que me habías dicho: que no olvidara el objetivo principal, que el miedo no me parase, que los modelos no siempre aciertan. Lo tenía delante de mis narices. Y también decías que los perdedores son los que temen el riesgo. Tenía las opciones en dinero, Doug. Todo eran beneficios. Estaba preparándote unas ganacias mayores de lo que nunca hubieras imaginado, envueltas, con lazo y todo. Cuando la tendencia del mercado cambió, me quedé helado. Pero tuve que seguir pidiendo dinero, registrar los márgenes, dejar las posiciones abiertas. Y tú... seguiste dándomelo.
Doug notó el regusto del desayuno en el fondo de la garganta, después en la boca, y se agachó para vomitar sobre el cesped. Un grajo de plumas brillantes lo miró con indiferencia. Se limpió la boca con el dorso de la mano y se irguió.
-Mientes -masculló-. Dime que mientes.

Es ficción, pero tan realista que me recuerda algunas de las cosas que podemos leer en el informe sobre la crisis financiera elaborado por la Comisión Nacional mandatada por el Congreso de los Estados Unidos para investigar el comportamiento de todas aquellas personas e instituciones que hubieran podido tener algo que ver con la crisis. "We never expected losses", nunca pensamos que fueran a producirse pérdidas, dice uno de los investigados. "Como Ícaro -concluye la Comisión- nunca tuvieron miedo de volar cada vez más cerca del sol".