martes, 5 de enero de 2016

Indios y bisontes en la Montaña Palentina



Pahá Sapá, "El Corazón de Todo lo Existente": así era como denominaban los sioux a las Black Hills, el centro espiritual de un extenso territorio que incluía Idaho, Wyoming, Nebraska, Iowa y las dos Dakotas.
Convertidos en población sobrante, molestos residuos de una forma de vida nómada y guerrera ligada a las condiciones naturales de las Altas Llanuras, la expansión de la civilización europea en Norteamérica fue ocupando inexorablemente todos el territorio de los sioux.
El contexto en el que Nube Roja va a enfrentarse a esta expansión queda perfectamente expuesto al principio del libro de Tom Clavin y Bob Drury El Corazón de Todo lo Existente. La historia jamás contada de Nube Roja:
"La última mitad de la década de 1860 supuso un punto de inflexión psicológico en las relaciones entre blancos e indios en la sección central del país. El primer colonialismo europeo había provocado no solo la destrucción de los pueblos nativos, sino también una veneración paternalista -influenciada en parte por James Fenimore Cooper- hacia las culturas de los 'Nobles Salvajes' [...]. Sin embargo, el romanticismo de Cooper había quedado para entonces en un mero recuerdo borroso que unos Estados Unidos recién fortalecidos empezaban a sustituir en la posguerra por la concepción del 'destino manifiesto'. Las viejas actitudes se estaban reconfigurando con una claridad cruel, sobre todo entre los habitantes del Oeste. Incluso blancos que habían considerado en otros tiempos a los indios como el equivalente a unos niños caprichosos [...] a quienes había que 'civilizar' a base de biblias y arados- empezaban a verlos ya como una raza infrahumana que la ola del progreso debía exterminar o recluir en reservas".


http://www.wikiwand.com/en/Red_Cloud's_War

Contra esta civilización se alzó en 1866 Nube Roja, "el único indio capaz de afirmar haber vencido a Estados Unidos". Porque, en efecto, en 1868 el gobierno de Estados Unidos tuvo que admitir su derrota y aceptó firmar un acuerdo de paz, "por primera vez, bajo las condiciones de los indios". La razón de su improbable éxito estriba en su capacidad para introducir en distintas tribus indias -sioux, cheyenes del norte y arapahoes- una cultura militar más cercana a la de sus enemigos blancos que a su propia tradición guerrera
Como escriben los autores de este libro: "el piel roja y el hombre blanco no obedecen al mismo concepto de guerra y, mucho menos, a las mismas normas [...] la guerra como una empresa que lo abarcase todo  era un concepto ajeno a los indios [...] la mayoría no captaba el concepto de batalla del hombre blanco como una industria que funciona todo el año o como lo que ahora se denomina juego de suma cero".
El historiador Victor Davis Hanson ha profundizado extensamente en esta cuestión en su libro Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental (Turner/Fondo de Cultura Económica, Madrid/México, 2004). La pregunta central a la que busca dar respuesta Hanson es la siguiente: "por qué los occidentales han sido tan diestros a la hora de aprovechar los valores de su civilización para matar a otros, a la hora de guerrear de manera brutal sin caer ellos mismos en la batalla". Y esta es su respuesta, ilustrada con el análisis de distintas batallas, desde la de Salamina hasta la ofensiva del Tet, pasando por Tenochtitlán, Rock's Drift o Lepanto:
"Ninguna otra cultura que no fuera la occidental podría haber dado muestras de la disciplina, moral y destreza tecnológica en el arte de matar que los europeos pusieron de manifiesto en la locura de Verdún, un enfoque industrial de la matanza distinto incluso a la masacre tribal más horrenda. Ninguna tribu de indios americanos, ningún impi zulú podría haber reunido, asistido, armado -y hecho matar y reemplazado- a tantos cientos de miles de hombres para combatir durante meses y meses por una causa tan políticamente abstracta como la suerte de una nación Estado. Los apaches más aguerridos, protagonistas de las incursiones más audaces y homicidas de las Grandes Llanuras, se habrían marchado a sus poblados tras la primera hora de combates en Gettysburg". Y más adelante: "La forma de hacer la guerra de los occidentales es tan letal precisamente porque es amoral y rara vez se ve constreñida por consideraciones rituales, religiosas, éticas o de tradición. Sólo la guían las necesidades militares".
Pues bien: Nube Roja fue capaz de incorporar esta cultura de la guerra total, convirtiendo a sus guerreros en una exitosa máquina militar moderna. Así lo plantean Clavin y Drury:
"Se trataba de la primera vez que Estados Unidos se había encontrado ante un enemigo que usaba el mismo tipo de tácticas de guerrilla que un siglo antes había ayudado a su país a garantizar su existencia [...]. Los combatientes de Nube Roja habían tendido emboscadas y quemado caravanas de carretas, habían asesinado y mutilado a civiles, y habían superado en inteligencia y fuerza a las tropas del Gobierno en una serie de asaltos sangrientos que sacudieron al alto mando del Ejército de EE.UU. El hecho mismo de que un 'lider' bárbaro hubiese reunido y coordinado una fuerza multitribal tan amplia suponía una sorpresa para los estadounidenses, cuyos prejuicios raciales eran representativos de la época. Pero que Nube Roja hubiese logrado mostrar la suficiente determinación para mantener la autoridad sobre sus guerreros combativos y notablemente faltos de disciplina provocaba un impacto aún mayor".
Pero la misma amoralidad que guiaba a los blancos en la guerra los guiaba en la paz, y el acuerdo suscrito en 1868 entre Nube Roja y el general Philip Sheridan en Fort Laramie pronto fue sistemáticamente incumplido: "El general Sheridan lo entendía de manera distinta y empezó a fraguar un plan a largo plazo que obligaría a los indios, sobre todo a los lakotas, a encerrarse en reservas muy al este del territorio del río Powder. El objetivo era doble: mantener al enemigo vigilado y, poco a poco, hacer que fuese más dependiente de los bienes y servicios del Gobierno".
Aún tendría lugar, en 1876, la última gran batalla india contra el ejército estadounidense: fue en Little Bighorn, donde los sioux liderados por Caballo Loco derrotaron al general Custer. Pero para entonces Nube Roja ya había renunciado a luchar por su futuro, convencido de que tal lucha estaba destinada al fracaso. Como confesó en una conversación con el Secretario del Interior Joseph P. Cox: "Ahora nos estamos derritiendo como la nieve en las laderas, mientras que ustedes están creciendo como la hierbe de primavera".
Otro acierto editorial de Capitán Swing.

Mientras leía el libro me venía a la memoria una curiosa formación rocosa que puede verse si, caminando por las crestas del Alto de los Llanos, nos olvidamos de senderos y caminos y bajamos al valle de Miranda entre peñas y bosques. Siempre me ha recordado la silueta de un indio.



Ya puestos, qué mejor ocasión para seguir manteniendo el eco de la historia de Nube Roja que visitar la Reserva del Bisonte Europeo de San Cebrián de Mudá, iniciativa que demuestra la inmensa voluntad y capacidad de una modesta administración local, liderada por su alcalde Jesús González, para buscar alternativas de vida para las comunidades de la Montaña Palentina.
El destacado politólogo norteamericano Benjamin Barber lleva tiempo explicando por qué los alcaldes deberían gobernar el mundo (aquí y aquí). Barber piensa fundamentalmente en los alcaldes de las grandes ciudades globales; yo pienso también en los alcaldes de estos pequeños enclaves rurales.



Una Montaña Palentina que, ya por sí misma, nos ofrece estampas y escenas maravillosas.





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