lunes, 9 de junio de 2014

Si hay futuro en Gaviotas…





Alan Weisman es un periodista norteamericano especializado en cuestiones relacionadas con la ecología y el medio ambiente. Se hizo mundialmente conocido cuando en el año 2007 publicó un libro titulado El mundo sin nosotros, en el que especulaba sobre el impacto que tendría sobre la Tierra la desaparición repentina de todos los seres humanos. El libro va describiendo cómo, sin su control, vigilancia y cuidado por parte de ningún ser humano, todos los sistemas de comunicación, así como los de producción y distribución de energía, dejarían de funcionar y se colapsarían. La mayoría de los animales domésticos morirían presas de otros animales depredadores, pero algunos, como los perros, gatos y cerdos, volverían a su estado salvaje. Los edificios se irían derrumbando con el paso del tiempo, la hierba, las plantas y los árboles ocuparían las ciudades, el clima volvería a reequilibrarse en ausencia de las actividades humanas que tanto impacto tienen sobre el mismo… El libro tuvo tanto éxito que dio lugar a un documental que en España fue emitido por el canal Historia con el título de "La tierra sin habitantes".
Este mismo autor acaba de publicar ahora otro libro, titulado La cuenta atrás, en el que dibuja un escenario apocalíptico causado por un crecimiento demográfico que Weisman considera excesivo y que pone en riesgo nuestro futuro. De ahí que proponga como única solución la aplicación inmediata y expeditiva de medidas drásticas de control de la natalidad orientadas por la política del (como máximo) hijo único. Un tipo realmente pesimista, este Weisman. Otro Malthus.

Un pueblo llamado Gaviotas (Alan Weisman)
Sin embargo, en 1998 Alan Weisman publicó otro libro muy distinto de estos dos que le han dado tanta fama. Se titula Un pueblo llamado Gaviotas: el lugar dondese reinventó el mundo, y en él narra la experiencia de Paolo Lugari, un ingeniero colombiano tan visionario al menos como su compatriota, recién fallecido, Gabriel García Márquez, que hace 40 años, logró reunir a un grupo de científicos, artesanos, niños de la calle e indios de la etnia Guahibo con el objetivo común de construir una eco-aldea en los llanos de Colombia, a unos 300 kilómetros al este de Bogotá, una zona dura y hostil, casi deshabitada. La idea que empujaba a Lugari era: "Si la humanidad ha de sobrevivir, debe salir de las ciudades, y aprender a vivir de manera sostenible en las zonas donde la gente no ha tratado de sobrevivir antes”. Con mucho ingenio y mucho trabajo, desarrollando tecnologías adaptadas al terreno y al clima de la zona, transformaron 20.000 hectáreas de tierras áridas en una selva regenerada, fundando una comunidad, el pueblo de Gaviotas, considerado por Naciones Unidas como un modelo de desarrollo sostenible.


El libro se acaba de publicar en castellano este mismo año. Lo he leído con entusiasmo. Me quedo con dos reflexiones de Paolo Lugari: “En Gaviotas nosotros decíamos que eran suelos estériles, pero para cerebros estériles, cuando lo que realmente teníamos eran suelos diferentes. El conocimiento e imaginación es la mayoría de las veces, la que define qué es un recurso y cuándo deja de serlo”. Y esta otra: "Gaviotas no es una comunidad que pueda ser replicada. Lo que hay que hay que replicar es la manera de pensar de Gaviotas”