sábado, 8 de octubre de 2011

Un programa para la izquierda

Hoy podemos leer en PÚBLICO una entrevista con Arnaud Montebourg, candidato del "ala izquierda" a las primarias del Partido Socialista Francés. "Hay que intervenir para que los mercados no destruyan nuestra vida", sostiene. Y concluye:

"No podemos pedir a la población, que no tiene ningún tipo de responsabilidad en la crisis, que sea ella la que pague la crisis. Si no, tendremos la revolución. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que las derechas europeas, y los social-liberales como Zapatero han intentado hacer. Se lo digo a nuestro amigo Rodríguez Zapatero. Por algo no puede volver a presentarse. Porque ha comprendido que el pueblo español no puede aceptar esa injusticia. No se puede imponer a la población el precio de la crisis. Mi compromiso presidencial es construir un santuario: se puede pedir sacrificios a la población por servicios públicos que hay que reconstruir, como la educación, la dependencia de las personas mayores. Pero... ¿¡pedir sacrificios a la población por las deudas de los bancos!?".



Montebourg ha expuesto el núcleo de su proyecto económico en un librito titulado originalmente Votez pour la démondialisation!, traducido al castellano como ¡Votad la desglobalización!.
Recogiendo la reivindicacón enarbolada hace una decena de años por el filipino Walden Bello, Montebourg propone para Europa, comenzando por Francia y con la complicidad imprescindible de Alemania, un proyecto de proteccionismo moderno, verde, social y solidario: "No es un proteccionismo del miedo al otro, sino un proteccionismo cooperativo", aclara. Frente a una globalización neoliberal (en realidad una gobalitarización) que no supone otra cosa que "un desastre para los que no tienen más recursos que su trabajo", a la vez que "el desplome del poder adquisitivo de los votos", Montebourg describe una estrategia para transitar "entre el neoliberalismo cínico, que impone la ley del más fuerte y desarma a los Estados aboliendo las fronteras, y el repliegue nacional por miedo a perder la identidad o el poder, haciendo de la frontera una barrera agresiva e infranqueable". Lo cierto es que ambos, el neoliberalismo cínico en lo económico y el repliegue nacional en lo político-cultural, caminan de la mano en la actualidad.
"Se trata, pues, -señala Montebourg- de hacer un uso inteligente de nuestras fronteras, antiguo instrumento del ejercicio del poder. La frontera es hoy el medio para mantener a distancia la máquina de poner en competencia sin límites a la totalidad de las actividades humanas. Desglobalizar consiste en fundar una nueva práctica de la frontera, y de la protección, como instrumento común de los Estados en competencia, y de la humanidad, que sigue sin tener quien la defienda y quien represente su interés general".

Espero que el guante que lanza Montebourg sea recogido, primero, por el PSF, y por la sociedad francesa después. Y más allá de Francia, en cualquier caso.

domingo, 2 de octubre de 2011

Las dos estaciones de Tahar ben Jelloun

Más allá de algún artículo de opinión, no conocía la obra de Tahar Ben Jelloun. Esta semana he leído sus dos últimos libros, publicados recientemente por Alianza Editorial.







El primero de ellos es un ensayo titulado La primavera árabe, en el que analiza la oleada de protestas populares que está sacudiendo a los países del Norte de África. En junio ya público un interesante artículo al respecto. Aunque el destino de estas revueltas sea incierto, Ben Jelloun considera que las mismas significan ya una clara derrota del islamismo, al estar orientadas por valores y reivindicaciones profunda y esencialmente democráticos:


"Esta primavera rubrica la derrota del islamismo. [...] Nuevos valores -en realidad, viejos valores- han invadido el ámbito de la reivindicación árabe: libertad, dignidad, justicia, igualdad. El 'software islamista', como dicen algunos, ha quedado obsoleto. Facebook, Twitter, Internet y nuevas formas de imaginación y acción política han barrido el discurso lenitivo, anacrónico y estúpido del islamismo, que recurría a lo irracional y al fanatismo neurótico para su propagación. En las grandes manifestaciones no se ha escuchado ningún eslogan contra los otros, los extranjeros, los europeos o los israelíes [...]. Y si hoy esas revueltas pueden calificarse de 'revoluciones' es porque, ante todo y sobre todo, las animan unas reivindicaciones de orden ético y moral".





Y de la primavera luminosa e incendiaria a un otoño oscuro y agonizante. El segundo libro de Ben Jelloun es una novela titulada El retorno. La historia de un inmigrante, Mohamed, cuya jubilación le aboca a una dramática crisis de identidad. Extranjero en Francia, extraño en su tierra natal, extraviado entre dos mundos. "Aunque no había sido el primero de su cábila en emigrar, se angustió cuando se dio cuenta de que se habia convertido en un TME, un trabajador marroquí en el extranjero. Con el tiempo el TME se transformó en RME, residente marroquí en el extranjero. ¿Cuál era la diferencia? Residente sonaba más noble. Pero la mirada que te dirigían no cambiaba". De ahí su firme propósito de regresar a su casa: "El contrato está muy claro, yo trabajo, ellos me pagan, yo crío a mis hijos y, algún día, regresaremos a casa, sí, mi casa es mi país, mi patria". Pero su sueño de retornar a un mundo que ya no es el suyo, mucho menos el de sus hijos, acaba convertido en una pesadilla de locura y de muerte.





En una entrevista publicada en Babelia le preguntaban a Tahar Ben Jelloun: "Escribió El retorno entre 2005 y 2008. ¿Sería ahora más optimista tras la primavera árabe?"; a lo que respondía: "No creo. La primavera árabe no aporta gran cosa a los inmigrantes, su vida está aquí, en Francia, en los países europeos. Pero lo importante es que bastantes de sus hijos han participado en las revueltas árabes en Túnez, Egipto o Libia. Conozco a jóvenes nacidos en Francia o en Inglaterra que han vuelto a los países de sus padres para participar en las luchas actuales. Eso es muy estimulante".




Dos estaciones: primavera y otoño. Dos miradas complementarias a una misma realidad, infinitamente más compleja de lo que podemos pensar. Dos lecturas muy recomendables.